Voz resquebrajada

Desde 1957 a 2049, todas las veces que ha pasado lo mismo. Sigo confundiendo las fechas, me parece que mi cerebro sigue algo atolondrado. Las calles se resquebrajan y todos quieren contar su historia, todos tienen el mayor trauma que puedas imaginar. El único trauma que me importa es el mío y el tuyo, el único que vale la pena salvar. Todo sale cuando haces las preguntas correctas. Tal vez esa era la señal que estaba esperando. Se siente como si todos supieran algo que yo no sé; esas preguntas pueden estar hablando de nosotros o de alguien más de esta línea del tiempo, me gustaría poder acercarme a ti, pero no se puede, las cosas deben fluir.

Eso me da la oportunidad de encontrarme conmigo mismo, literalmente. Un Ulyses que no ha sufrido lo que tiene que sufrir para llegar hasta ti, que no ha conocido a las personas que nos mantuvieron conectados durante años. Ahí está ese Ulyses rellenito, caminando por las calles del Centro, con su trabajo de analista, conociendo a nuestro mejor amigo, el que nos dio la fórmula secreta. Una receta secreta guardada durante milenios, que la gente no quiere aceptar su existencia por lo caótica que puede ser. Sabía dónde encontrarme. Días antes de la catástrofe, Ulyses de 24 años se dirigía a encontrarse con su hermano, quién también resultaba ser uno de sus mejores amigos. El lugar predilecto para ambos era ese lugar donde podían compartir sus vivencias sin sentirse observados por el Gran Hermano.

Intercepté a Ulyses para decirle cuál era mi propósito, el porque estaba ahí un 17 de septiembre en Tlatelolco tratando de encontrarlo. Su cara como era de esperarse fue de sorpresa. No lo podía creer. Le mostré nuestros tatuajes, él tenía unos cuantos menos que yo, el primero que nos hicimos a los 21 años, el segundo en Hawái de vacaciones. Por un momento no pudo mantenerse en pie y lo sostuve, a pesar de toda esa ficción que dice que no puedes tocar a tu doble, pues es probable que un agujero negro se abra. Trate de que mi discurso fuera lo menos aleccionador posible, al estar prácticamente solo en esta realidad, quería primero pedirle ayuda para que me dejara usar algo de su ropa, la cual sabía que me quedaría pues como ya he mencionado en ese momento mi cuerpo estaba algo regordete.

Me dio algo de dinero y ropa, aquella noche no tuve donde dormir y solo vagué por las calles para encontrarte, caminaba cerca de Azcapotzalco para ver si te veía rondando por ahí, pasé algunas horas cerca del metro Camarones, o del mercado en el centro, cuando de pronto a lo lejos una visión apareció frente a mí. Una Joan de 25 años sin tantas perforaciones como la que yo conocí, que caminaba de la mano con su novia Sofía, ella se veía tal cual me la habías descrito tantas veces, su tez era color blanco, con rastas, sus ojos de color que a esta distancia no distinguía entre verde o azul. Decidí seguirlas en su caminata nocturna, tus risotadas se escuchaban por todo el parque de Clavería, sí, ese donde está la estatua de José José. Caminaron unas cuadras hasta el metro. El cansancio hacía que mi cabeza doliera, además de la falta de comida y sueño.

Al volverme a encontrar a Ulyses, después del 19, me dio algo más de ropa, me sentía mal por lo que estaba a punto de hacerle, por lo que decidí decirle la verdad, que necesitaría un poco más de dinero. Se negó rotundamente argumentando que tenía que pagar todos sus gastos a partir de ahora que ya trabajaba, además de que empezaba a salir con alguien, por lo que no le alcanzaría el dinero. Sin más no tuve otra opción que utilizar de vez en cuando sus datos biométricos para desbloquear mis cuentas y que ambos tuviéramos algo de dinero. Esa fue la primer lección que vine a enseñarle, que el viaje en el tiempo no es tan romántico o tan divertido como lo pintan en las películas, uno debe soportar muchas cosas para lo que nuestra vida de clase media acomodada no está preparada.

Ulyses el joven, se compadeció de mí. Decidió darme acceso a todas sus cuentas y con la voz entrecortada me dijo: -Yo sé que tú harías lo mismo por mí. Trataba de usar su dinero lo menos posible. En una de esas ocasiones mientras esperábamos a nuestro hermano para ir a tomar o drogarnos (ellos) me preguntaba cual era el verdadero motivo de lo que estaba haciendo, ¿Por qué un plan tan elaborado para algo que parece insalvable? Lloré como nunca antes lo había hecho, canceló la cita con nuestro hermano y quiso llevarme a un lugar donde podría sentirme mejor. Fuimos a una cantina, escena surreal donde al parecer los borrachines de México, específicamente los de la Tabacalera, no les importa si llegas con tu yo del futuro, usted pague y puede hacer lo que quiera.

Unas cervezas más tarde y con las lágrimas secas en mi rostro, de mi bolsillo derecho saque una baraja de Tarot que había conseguido unos días después de haber llegado, en una tienda esotérica en Mazatlán. Tiramos las cartas y ahí estaba la respuesta. Era el diez de oros, el rey de copas y el dos de bastos. Él no comprendía nada, yo le explicaba como el diez era el camino que se había abierto, para que yo haya llegado hasta aquí. El rey representaba la fuerza de voluntad y el dos, la espera por ese nuevo comienzo. -Ella desapareció sin dejar rastro, no había manera de contactarla, como si la hubiesen secuestrado o algo peor, ya te imaginarás la cara que tenía cuando tuve que darles la noticia a sus padres. Él asentaba con la cabeza dudando: -Y ¿No crees que simplemente te haya querido dejar? Yo respondí que también era posible, pero lo más extraño era que nadie en su familia lo sabía, ni sus mejores amigos ni otros conocidos en común.

¿Y cómo sabes que no todos estaban inmiscuidos en la desaparición? -En uno de esos días le pedía a su mejor amiga que nos viéramos. También la consideraba como mi amiga, ella le marcó a su teléfono que desde hace unas semanas no sonaba y al mirarme se extraño y me dijo: -Tal vez tengas razón. Tras una diligencia de meses, incluso años ni si quiera la policía logró dar con su paradero. Ulyses me preguntaba: -¿Cómo sabes que la de “este tiempo” va a querer dejarlo todo para irse contigo? -No lo sé, por eso es que debo dejar pasar algún tiempo para que ella se convierta en la persona que si quería estar conmigo. -Pero ¿Qué te dice que ella va a aceptar así sin más? -La suerte, el destino, o como quieras llamarle, lo he visto en mis sueños, en el último que aparecía me dijo: “Esto nunca más va a volver a pasar”. -Ahí está tu respuesta dijo en tono burlón Ulyses joven, decidí darle la ventaja, estaba cansado y esas preguntas me atormentaban día a día. Lo que no le dije fue que esa frase yo la interpreté al contrario como si fuera que no volvería a aparecer en mis sueños, porque aparecería nuevamente en mi vida.

Él podía sentir mi tristeza, a lo que me dijo: -Pues si te interesa tanto, porque no vamos a su casa para que me muestres como es ella. Subimos al metro en el monumento a la Revolución para luego transbordar en Tacuba y caminar hacia su casa. Ella no se encontraba, pero sí Sofía; nos ocultamos un rato hasta que apareció Joan por ahí de las tres de la mañana. Esa vez discutieron y como muchas veces lo hizo, incluso antes de desaparecer, Joan salió a caminar por las oscuras calles de Azcapotzalco. Por un par de cuadras la seguimos y Ulyses me dijo: -No puedo creer que en el futuro nos guste alguien así. Solo reí, nadie podía entenderlo, solo ella y yo. -Muchas cosas cambiaron, no todo es como en estos tiempos de aparente caos por el terremoto, no es lo mismo lo que has vivido a las heridas que nos atormentan en el futuro, tal vez ahora eres muy joven para comprenderlo, pero en algún momento lo harás y te darás cuenta de que valía la pena la espera.

Varias charlas sucedieron entre nosotros, su principal preocupación no era convertirse en mí, sino en saber cual era su futuro inmediato. Con la frase: -Si te dijo que sucederá, entonces no sucederá – lo dejé perplejo (obviamente de una película del futuro). No podía decirle lo que iba a suceder, pero si la forma en que podría enfrentarse a lo que vendría, que cara poner a los eventos. No quería sonar aleccionador, pero a eso te orilla el viaje en el tiempo, a compartir las lecciones que has aprendido. Por un lado le comentaba que siguiera sus instintos, que no se dejara llevar por la presión de nadie, que si quería algo lo tomara. La juventud da varias oportunidades, por si no recordaba lo que nos sucedió a los 19 años. Ulyses se estremeció, ese recuerdo lo habíamos tenido bloqueado por mucho tiempo, pero como poder olvidar una borrachera en la que volaste cinco pisos hacia el suelo. No lloró porque en ese entonces no llorábamos, por el tabú del hombre fuerte, más me parece que si alguien cerca de nosotros le hubiese gritado: ¡Quiere llorar, quiere llorar! Lo hubiera hecho.

Nuestras conversaciones continuaron durante vario tiempo y aunque no lo decía se sentía esa conexión que solo puede haber con uno mismo. En una de esas conversaciones finalmente me preguntó: ¿Cómo vas a hacer para regresar? A lo que respondí que de la misma forma como había llegado, por la fuerza gravitacional. Le explicaba la mecánica de mi transición y como el destino tenía mucho que ver con ello. El punto de partida es en una de las islas de Mazatlán donde te hacen una especie de juicio que se genera únicamente con la energía necesaria (Uranio 123). Una vez abierto el portal y pasado el juicio se abre algo llamado Toroide que es una especie de agujero negro por el cual atraviesas de este tiempo a otro, lo interesante del asunto va a hacer los dos aparecer juntos y al mismo tiempo. A veces los jueces te pueden jugar una mala pasada. Expliqué brevemente la física cuántica del proceso, pero Ulyses estaba más interesado en que pasaba la interior del agujero negro. Es una especie de arco de luz en la cual se siente como todo tu cuerpo se desintegra por un momento y vuelve a tomar forma.

Seguía preguntando: -Y ¿Cuál es la relación que guarda con los movimientos telúricos? -Que estos son ciclos que se cumplen después de cierto tiempo, ciertas alineaciones que suceden cada determinado periodo. Se puede observar dentro de las fechas, 1957, 1985, 2017, un aproximado de 30 años. Entonces, continuó él: ¿Estás esperando que te lleve al futuro? A eso respondí con una adivinanza la cual sabía que solo él comprendería: -Estás esperando un tren, un tren que va a llevarte lejos, sabes a donde esperas que te lleve ese tren, pero no lo sabes del todo más no importa, ahora dime por qué; porque estaremos juntos. Nos quedamos callados por un segundo, él me abrazó y continué con la explicación: -No importa si es futuro o pasado, lo que importa es convencer a Joan, incluso podríamos quedarnos aquí si así lo deseáramos. -¿Cómo planeas convencerla? Si al parecer aquí su vida esta prácticamente hecha. -Esa es la cuestión mi amigo, la vida de nadie está comprada, yo sé que existen pequeños nodos o momentos que le van dando forma a nuestra vida, pero no necesariamente definen en que nos convertiremos.

Si aprendes a sacar provecho de esos momentos, descubre que la vida no es tan horrible como muchos la pintan en las redes sociales. Ulyses asimiló mis palabras y fuimos a dormir, yo dormía normalmente en un sleeping bag, que me había regalado. Para no desviar más de lo debido la línea del tiempo a la que me había colado dormía al interior de un edificio abandonado recientemente en la colonia Roma. Las charlas con Ulyses, después de un tiempo se fueron haciendo cada vez menos, sabía que no podía contarle su futuro, sin embargo de vez en cuando me pedía pequeñas pistas, solo para ver que nos deparaba el destino.

Imagen: M. C Escher, Knots Colour, 1965

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