Todos tenemos una base, donde estamos cimentados. Infraestructura; es la base material que determina la estructura social, su desarrollo y cambio. Incluye las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Se refiere a la estructura económica. Dos fuerzas contrarias, una tiene la misma estirpe que la otra, pero qué sería de la vida sin la libertad. Que sería de ella sin esa capacidad de elegir lo que queremos y renunciar a otras cosas.
Ricardo tenía aproximadamente cincuenta años, las cosas que pensaba, estaban definidas por una serie de paradigmas del siglo pasado. La familia, los amigos, el estrato social al que pertenecía todo estaba preestablecido. Llevaba 28 años de casado, pero su mujer era un adorno más en su casa, la encargada de hacer las comidas y llevar al niño a la escuela. Un componente importante, si no es que el más importante de la vida de Ricardo era su trabajo. Llevaba más de treinta años trabajando en la empresa en la que se encontraba, podría decirse que era casi el dueño.
Ricardo era uno de los pilares al interior de la empresa, la mayor parte del tiempo muchos empleados le preguntaban dudas sobre facturación, productos etc. Como ya se mencionaba, la forma de pensar de Ricardo no era muy abierta que digamos, solía creer que las personas que no sabían resolver operaciones aritméticas eran unos completos idiotas. “Todo el mundo lo sabe”. También solía creer que era de mente muy abierta, que aceptaba las cosas con la menor cantidad de prejuicios posibles. Falso. Era homofóbico, antidrogas, religioso por tradición e intelectualoide. Como muchos hombres de su generación se casó y tuvo un hijo porque “así se usaba” y hacer otra cosa no era muy bien visto.
Superestructura; es el conjunto de elementos de la vida social dependientes de la infraestructura. Incluye la religión, la moral, la Filosofía, el Arte, el Derecho y las instituciones políticas y jurídicas. Como lo dice su definición, la superestructura depende necesariamente de la infraestructura. Por eso es que las sociedades están definidas principalmente por sus fuerzas productivas y la visión que tienen acerca del trabajo.
Esteban era el hijo de 17 años de Ricardo, como la gran mayoría de los jóvenes de esa edad comenzaba a cuestionar las cosas en su vida. Tuvo su primer contacto con Marx en una clase de historia de la Filosofía en el bachillerato. Después de ese momento cambió su vida, comenzó a interesarse por los otros, por el pueblo. Esteban tenía fiereza de corazón se enojaba realmente en las discusiones con su padre. Él en cambio siempre tenía una postura “magnánima” más bien cerrada. “Todo está bien hasta que alguien no piensa como yo”.
Su relación en ese punto estaba muy desgastada; Esteban tan lleno de rebeldía, hacía cualquier cosa por confundir a su padre. Se rapó la cabeza, pero no por completo, sino sólo alrededor y de en medio se dejó largo el cabello, parecía que traía puesto una especie de gorro. Uno de los mayores temores de Ricardo era que su hijo le saliera “gay” o una de esas cosas raras, como él las llamaba. El gusto le duró poco y por la presión de su padre y sus profesores se rapó por completo la cabeza.
Esteban dejó de asistir a la iglesia con sus papás, en parte por rebeldía, pero también porque estaba confundido y no sabía si esa era la fe que quería tener. Comenzó a decir que era budista, otra cosa que no le pareció a su papá. Contraposición constante, su padre decía blanco, él decía negro. Esteban investigó un poco sobre el budismo, y se dio cuenta de que había vivido al revés los últimos 17 años de su vida. Su padre en cambio quería imponer más límites y reglas que nunca. Muy en el fondo Ricardo quería coartar la libertad de Esteban, pero él luchaba por desafiar las creencias de su padre.
Todo el mundo puede elegir entre todas las opciones, siempre y cuando tenga dinero para pagarlas. El progreso nos orilla a pensar que todos debemos avanzar hacia el mismo objetivo, aunque en principio todas las personas somos distintas. Dos fuerzas contrarias, incluso contradictorias. Paradigmas en pugna. Una de esas fuerzas termina siempre eclipsando a la otra, determinando su forma de pensar. De la explotación es de donde surge la ganancia. El que haya dicho “Ámense los unos a los otros” realmente no era de este planeta. Estas nociones Esteban las tenía, no tan desarrolladas, puesto que apenas tenía 17 años. Algo en su interior le decía que tenía que luchar por los demás y la mejor forma de hacerlo era terminando con la tiranía de su padre.
Ricardo no sabía qué hacer, pensaba que al tener un hijo todo resultaría muy fácil. Que al mostrarle el mundo como él lo veía, terminaría pensando como él. Terminó la preparatoria Esteban; sabía muy poco sobre lo que quería hacer de su vida. No tenía novia y solía juntarse con pocos amigos. El profesor que lo introdujo al marxismo le recomendó se tomara un año sabático para decidir qué carrera estudiar. Al llegar a su casa con esa idea, su padre perdió los estribos por primera vez en mucho tiempo y le dijo: -Tú que piensas que eres el Príncipe de Gales o qué, de dónde crees que voy a tener dinero para mantenerte un año sin que hagas nada más que haraganear. Ni lo sueñes te vamos a hacer unas pruebas de orientación vocacional para que decidas rápido qué es lo que quieres estudiar. Después te escoges una Universidad y listo.
En ese momento algo murió dentro de Esteban, se dio cuenta de que lo único que le importaba a su papá era el dinero que tendría que gastar en su único hijo. Un código de barras en la frente, eso representaba para él. Relación proveedor cliente. Su padre lo veía de una forma distinta, él pensaba que le estaba dando los medios necesarios para desarrollarse, “con todo lo que yo no tuve”, como un hombre de “bien”. Y ¿Qué es ser un hombre de “bien”? Esta es la respuesta. Un hombre, no se excluye a las mujeres, que nace, y es bautizado en la misma fe que sus padres, porque así lo dicta la tradición.
Crece siguiendo todos los preceptos que sus padres le enseñan sobre la sociedad, dinero, familia, trabajo, salud. Un camino interminable dirigido por 4 preguntas esenciales: ¿Y la escuela? Refiriéndose a la profesión a la que va a dedicarse dicho hombre de “bien”. ¿Y el trabajo? Significa independencia “que se largue este chamaco de mi casa”, “que me mantenga con su dinero”. ¿Y la boda? Mi hijo tiene que casarse y ser feliz con su pareja como yo lo soy. ¿Y los hijos? ¿Cómo va a existir un matrimonio sin hijos? Algunas personas de alta longevidad llegan a la pregunta de: ¿Y los nietos?
Esteban no sabía que todo eso era lo que le esperaba y le respondió a su padre molesto: -Si el dinero es tan importante para ti, entonces ese año que no estudie voy a buscar un trabajo para que no me tengas que mantener. Su padre no supo que contestar, durante los 18 años de vida de su hijo él había tomado todas las decisiones importantes. No podía permitirse perder ese control. La infraestructura, mejor dicho, la economía, estaba en crisis. Crisis monetaria. ¿De qué sirve tener todo el dinero, si tu hijo va a conseguir trabajo?
La fuerza interna de Esteban eclipsaba ahora la fuerza más importante de su padre, la económica. Se miraron durante largo tiempo. Ricardo hizo un balance interno. Si decía que sí, tendría que cumplir los caprichos que Esteban tuviera durante ese año, intercambios, vacaciones, salidas etc. Si decía que no entonces Esteban se liberaría cuasi por completo de sus garras al conseguir su primer trabajo. Esteban hizo lo propio; por una parte si comenzaba a trabajar no tendría que ir a la escuela durante un año, pero ahora realmente tendría que “fletarse” como decía su papá. De no entrar al trabajo, haría las pruebas de orientación vocacional y en menos de 1 mes ya estaría de regreso en la escuela.
La voz de la experiencia hablaba ahora. Su padre llegó a una conclusión bastante aceptable. Esteban podría tomarse un año sabático de la escuela, pero tendría que trabajar durante ese año. Además, las pruebas de orientación vocacional serían una cláusula sin la cual no habría trato. A regañadientes Esteban aceptó. Durante ese año, él había madurado muchísimo; lo que antes eran nociones lejanas, ahora se convertían en reflexiones profundas. Logró decidir que quería estudiar. Economía por supuesto. A lo largo de todo ese año Esteban tuvo una reflexión en particular que no lo dejaba dormir por las noches, era la siguiente: ¿Cómo tener esperanza en un mundo donde nadie la tiene? Lo que Esteban planteaba era que el hombre en la actualidad había perdido la esperanza porque había perdido la libertad.
Si alguien pudiera decidir qué hacer de su vida, y se decidiera por lo otro, entendiendo eso otro como lo que la sociedad no espera de los individuos, entonces se da la alienación. Si alguien no estudia o no produce bienes y servicios que se vean reflejados cuantitativamente en la sociedad, entonces no es útil, es un parásito, o en palabras de su padre: “Un completo idiota”. Llegó entonces a la misma conclusión que muchos filósofos: ¿Cuál es el punto de la vida? El punto de la vida, desde la perspectiva de Esteban, era ser feliz. No ganar dinero, o tener una familia, o muchas otras cosas; el punto de la vida era ser feliz.
Dos fuerzas contrarias, siempre en contraposición. Infraestructura y Superestructura. Uno siempre en la base, siendo el cimiento económico, el otro siempre en las alturas, pensando y repensando qué es lo que la sociedad necesita. Fuerzas complementarias más bien, como los padres y sus hijos. Son dos entes que se necesitan mutuamente. Un hombre no puede ser llamado padre si no tiene un hijo, y un hijo para ser llamado así debe de tener una estirpe, un origen. Lo mejor de la unión entre esas dos fuerzas es que siempre dependerán de la libertad del hombre.
Fragmento de «El Hijo Pródigo vuelve a casa»