Voz resquebrajada

Desde 1957 a 2049, todas las veces que ha pasado lo mismo. Sigo confundiendo las fechas, me parece que mi cerebro sigue algo atolondrado. Las calles se resquebrajan y todos quieren contar su historia, todos tienen el mayor trauma que puedas imaginar. El único trauma que me importa es el mío y el tuyo, el único que vale la pena salvar. Todo sale cuando haces las preguntas correctas. Tal vez esa era la señal que estaba esperando. Se siente como si todos supieran algo que yo no sé; esas preguntas pueden estar hablando de nosotros o de alguien más de esta línea del tiempo, me gustaría poder acercarme a ti, pero no se puede, las cosas deben fluir.

Eso me da la oportunidad de encontrarme conmigo mismo, literalmente. Un Ulyses que no ha sufrido lo que tiene que sufrir para llegar hasta ti, que no ha conocido a las personas que nos mantuvieron conectados durante años. Ahí está ese Ulyses rellenito, caminando por las calles del Centro, con su trabajo de analista, conociendo a nuestro mejor amigo, el que nos dio la fórmula secreta. Una receta secreta guardada durante milenios, que la gente no quiere aceptar su existencia por lo caótica que puede ser. Sabía dónde encontrarme. Días antes de la catástrofe, Ulyses de 24 años se dirigía a encontrarse con su hermano, quién también resultaba ser uno de sus mejores amigos. El lugar predilecto para ambos era ese lugar donde podían compartir sus vivencias sin sentirse observados por el Gran Hermano.

Intercepté a Ulyses para decirle cuál era mi propósito, el porque estaba ahí un 17 de septiembre en Tlatelolco tratando de encontrarlo. Su cara como era de esperarse fue de sorpresa. No lo podía creer. Le mostré nuestros tatuajes, él tenía unos cuantos menos que yo, el primero que nos hicimos a los 21 años, el segundo en Hawái de vacaciones. Por un momento no pudo mantenerse en pie y lo sostuve, a pesar de toda esa ficción que dice que no puedes tocar a tu doble, pues es probable que un agujero negro se abra. Trate de que mi discurso fuera lo menos aleccionador posible, al estar prácticamente solo en esta realidad, quería primero pedirle ayuda para que me dejara usar algo de su ropa, la cual sabía que me quedaría pues como ya he mencionado en ese momento mi cuerpo estaba algo regordete.

Me dio algo de dinero y ropa, aquella noche no tuve donde dormir y solo vagué por las calles para encontrarte, caminaba cerca de Azcapotzalco para ver si te veía rondando por ahí, pasé algunas horas cerca del metro Camarones, o del mercado en el centro, cuando de pronto a lo lejos una visión apareció frente a mí. Una Joan de 25 años sin tantas perforaciones como la que yo conocí, que caminaba de la mano con su novia Sofía, ella se veía tal cual me la habías descrito tantas veces, su tez era color blanco, con rastas, sus ojos de color que a esta distancia no distinguía entre verde o azul. Decidí seguirlas en su caminata nocturna, tus risotadas se escuchaban por todo el parque de Clavería, sí, ese donde está la estatua de José José. Caminaron unas cuadras hasta el metro. El cansancio hacía que mi cabeza doliera, además de la falta de comida y sueño.

Al volverme a encontrar a Ulyses, después del 19, me dio algo más de ropa, me sentía mal por lo que estaba a punto de hacerle, por lo que decidí decirle la verdad, que necesitaría un poco más de dinero. Se negó rotundamente argumentando que tenía que pagar todos sus gastos a partir de ahora que ya trabajaba, además de que empezaba a salir con alguien, por lo que no le alcanzaría el dinero. Sin más no tuve otra opción que utilizar de vez en cuando sus datos biométricos para desbloquear mis cuentas y que ambos tuviéramos algo de dinero. Esa fue la primer lección que vine a enseñarle, que el viaje en el tiempo no es tan romántico o tan divertido como lo pintan en las películas, uno debe soportar muchas cosas para lo que nuestra vida de clase media acomodada no está preparada.

Ulyses el joven, se compadeció de mí. Decidió darme acceso a todas sus cuentas y con la voz entrecortada me dijo: -Yo sé que tú harías lo mismo por mí. Trataba de usar su dinero lo menos posible. En una de esas ocasiones mientras esperábamos a nuestro hermano para ir a tomar o drogarnos (ellos) me preguntaba cual era el verdadero motivo de lo que estaba haciendo, ¿Por qué un plan tan elaborado para algo que parece insalvable? Lloré como nunca antes lo había hecho, canceló la cita con nuestro hermano y quiso llevarme a un lugar donde podría sentirme mejor. Fuimos a una cantina, escena surreal donde al parecer los borrachines de México, específicamente los de la Tabacalera, no les importa si llegas con tu yo del futuro, usted pague y puede hacer lo que quiera.

Unas cervezas más tarde y con las lágrimas secas en mi rostro, de mi bolsillo derecho saque una baraja de Tarot que había conseguido unos días después de haber llegado, en una tienda esotérica en Mazatlán. Tiramos las cartas y ahí estaba la respuesta. Era el diez de oros, el rey de copas y el dos de bastos. Él no comprendía nada, yo le explicaba como el diez era el camino que se había abierto, para que yo haya llegado hasta aquí. El rey representaba la fuerza de voluntad y el dos, la espera por ese nuevo comienzo. -Ella desapareció sin dejar rastro, no había manera de contactarla, como si la hubiesen secuestrado o algo peor, ya te imaginarás la cara que tenía cuando tuve que darles la noticia a sus padres. Él asentaba con la cabeza dudando: -Y ¿No crees que simplemente te haya querido dejar? Yo respondí que también era posible, pero lo más extraño era que nadie en su familia lo sabía, ni sus mejores amigos ni otros conocidos en común.

¿Y cómo sabes que no todos estaban inmiscuidos en la desaparición? -En uno de esos días le pedía a su mejor amiga que nos viéramos. También la consideraba como mi amiga, ella le marcó a su teléfono que desde hace unas semanas no sonaba y al mirarme se extraño y me dijo: -Tal vez tengas razón. Tras una diligencia de meses, incluso años ni si quiera la policía logró dar con su paradero. Ulyses me preguntaba: -¿Cómo sabes que la de “este tiempo” va a querer dejarlo todo para irse contigo? -No lo sé, por eso es que debo dejar pasar algún tiempo para que ella se convierta en la persona que si quería estar conmigo. -Pero ¿Qué te dice que ella va a aceptar así sin más? -La suerte, el destino, o como quieras llamarle, lo he visto en mis sueños, en el último que aparecía me dijo: “Esto nunca más va a volver a pasar”. -Ahí está tu respuesta dijo en tono burlón Ulyses joven, decidí darle la ventaja, estaba cansado y esas preguntas me atormentaban día a día. Lo que no le dije fue que esa frase yo la interpreté al contrario como si fuera que no volvería a aparecer en mis sueños, porque aparecería nuevamente en mi vida.

Él podía sentir mi tristeza, a lo que me dijo: -Pues si te interesa tanto, porque no vamos a su casa para que me muestres como es ella. Subimos al metro en el monumento a la Revolución para luego transbordar en Tacuba y caminar hacia su casa. Ella no se encontraba, pero sí Sofía; nos ocultamos un rato hasta que apareció Joan por ahí de las tres de la mañana. Esa vez discutieron y como muchas veces lo hizo, incluso antes de desaparecer, Joan salió a caminar por las oscuras calles de Azcapotzalco. Por un par de cuadras la seguimos y Ulyses me dijo: -No puedo creer que en el futuro nos guste alguien así. Solo reí, nadie podía entenderlo, solo ella y yo. -Muchas cosas cambiaron, no todo es como en estos tiempos de aparente caos por el terremoto, no es lo mismo lo que has vivido a las heridas que nos atormentan en el futuro, tal vez ahora eres muy joven para comprenderlo, pero en algún momento lo harás y te darás cuenta de que valía la pena la espera.

Varias charlas sucedieron entre nosotros, su principal preocupación no era convertirse en mí, sino en saber cual era su futuro inmediato. Con la frase: -Si te dijo que sucederá, entonces no sucederá – lo dejé perplejo (obviamente de una película del futuro). No podía decirle lo que iba a suceder, pero si la forma en que podría enfrentarse a lo que vendría, que cara poner a los eventos. No quería sonar aleccionador, pero a eso te orilla el viaje en el tiempo, a compartir las lecciones que has aprendido. Por un lado le comentaba que siguiera sus instintos, que no se dejara llevar por la presión de nadie, que si quería algo lo tomara. La juventud da varias oportunidades, por si no recordaba lo que nos sucedió a los 19 años. Ulyses se estremeció, ese recuerdo lo habíamos tenido bloqueado por mucho tiempo, pero como poder olvidar una borrachera en la que volaste cinco pisos hacia el suelo. No lloró porque en ese entonces no llorábamos, por el tabú del hombre fuerte, más me parece que si alguien cerca de nosotros le hubiese gritado: ¡Quiere llorar, quiere llorar! Lo hubiera hecho.

Nuestras conversaciones continuaron durante vario tiempo y aunque no lo decía se sentía esa conexión que solo puede haber con uno mismo. En una de esas conversaciones finalmente me preguntó: ¿Cómo vas a hacer para regresar? A lo que respondí que de la misma forma como había llegado, por la fuerza gravitacional. Le explicaba la mecánica de mi transición y como el destino tenía mucho que ver con ello. El punto de partida es en una de las islas de Mazatlán donde te hacen una especie de juicio que se genera únicamente con la energía necesaria (Uranio 123). Una vez abierto el portal y pasado el juicio se abre algo llamado Toroide que es una especie de agujero negro por el cual atraviesas de este tiempo a otro, lo interesante del asunto va a hacer los dos aparecer juntos y al mismo tiempo. A veces los jueces te pueden jugar una mala pasada. Expliqué brevemente la física cuántica del proceso, pero Ulyses estaba más interesado en que pasaba la interior del agujero negro. Es una especie de arco de luz en la cual se siente como todo tu cuerpo se desintegra por un momento y vuelve a tomar forma.

Seguía preguntando: -Y ¿Cuál es la relación que guarda con los movimientos telúricos? -Que estos son ciclos que se cumplen después de cierto tiempo, ciertas alineaciones que suceden cada determinado periodo. Se puede observar dentro de las fechas, 1957, 1985, 2017, un aproximado de 30 años. Entonces, continuó él: ¿Estás esperando que te lleve al futuro? A eso respondí con una adivinanza la cual sabía que solo él comprendería: -Estás esperando un tren, un tren que va a llevarte lejos, sabes a donde esperas que te lleve ese tren, pero no lo sabes del todo más no importa, ahora dime por qué; porque estaremos juntos. Nos quedamos callados por un segundo, él me abrazó y continué con la explicación: -No importa si es futuro o pasado, lo que importa es convencer a Joan, incluso podríamos quedarnos aquí si así lo deseáramos. -¿Cómo planeas convencerla? Si al parecer aquí su vida esta prácticamente hecha. -Esa es la cuestión mi amigo, la vida de nadie está comprada, yo sé que existen pequeños nodos o momentos que le van dando forma a nuestra vida, pero no necesariamente definen en que nos convertiremos.

Si aprendes a sacar provecho de esos momentos, descubre que la vida no es tan horrible como muchos la pintan en las redes sociales. Ulyses asimiló mis palabras y fuimos a dormir, yo dormía normalmente en un sleeping bag, que me había regalado. Para no desviar más de lo debido la línea del tiempo a la que me había colado dormía al interior de un edificio abandonado recientemente en la colonia Roma. Las charlas con Ulyses, después de un tiempo se fueron haciendo cada vez menos, sabía que no podía contarle su futuro, sin embargo de vez en cuando me pedía pequeñas pistas, solo para ver que nos deparaba el destino.

Imagen: M. C Escher, Knots Colour, 1965

Las esferas del tiempo

Cada quien se va inventando sus narrativas; somos lo que quieres que seamos, somos todo ese tiempo perdido en niñerías. A veces me gustaría ser como todos, que las cosas que me gustan fueran sencillas y básicas. No parto del supuesto de que soy único en el mundo, pero el desvanecimiento me ha abierto los ojos hacia quién soy yo realmente. La historia que no te atreviste a contar la primera vez. Todavía no comprendo que es lo que se supone que debo aprender de ti. Nunca sabes realmente que es lo que está pensando, pisotea a los demás a su antojo. ¿Cuál es la verdadera historia de Joan? ¿Han existido muchas historias a lo largo del tiempo? Siempre es la misma historia, como todas, contada una y otra vez.

Lo que pasa cuando te liberas del miedo es que no hay nada que pueda detenerte más que tú mismo. Frases de autoayuda, de un enfermo mental que en las redes sociales va destruyendo las vidas de todas las personas a las que se acerca. Pero no nos desviemos del tema, la verdadera historia de Joan por primera vez contada. En un lugar al norte de nuestra bellísima República nació en una fría mañana de enero. Dividida entre dos mundos como siempre lo estaría, sus padres se divorciaron, es inexacto si fue antes o después de que ella naciera. Varios detalles han escapado de mi memoria o se cruzaban con los de mi doble que aún no he conocido. Creció y tuvo una infancia como la de alguien que vive al interior de la República y algo en su interior le decía que tenía que salir de esa Ciudad de playa que durante los noventa no estaba tan llena de americanos y condominios como lo está ahora.

Al cumplir los 23 años decidió irse por primera vez a la Capital del país a probar suerte, no sin antes decirle la verdad a su padre. En aquel entonces él era una persona de unos sesenta y tantos. La verdad no fue tan directa como ella hubiera deseado. Y al despedirse de su novia en la terminal de camiones fue que él las vio besándose. Quiso alcanzarlo más no lo logró y pensó que lo había perdido para siempre. Algunos días después ya con ella instalada en la Capital, su padre la llamó borracho para decirle que fuera como ella quisiese, él siempre la querría. Es fría pero aquella vez si lloró. Su carrera era de Ciencias Químicas, como la mía y no por azares sino por partículas del destino que se entrelazan nos conocimos en una planta de desechos tóxicos. Sin entrar en detalles sobre Química, que para efectos de su pequeña biografía no son relevantes, nos conocimos por primera vez en nuestra capacitación de nuevo ingreso. Ella, como siempre, llegaba tarde, como si el tiempo de los otros no importara. Para variar no llevaba ni pluma ni cuaderno, en su cabeza solo tenía que presentarse a trabajar, o eso creía.

Yo la miré y ella también, nadie sonrió y al mismo tiempo el capacitador dijo que si podíamos regalarle un par de hojas. Yo traía un cuaderno extra y se lo preste. No fue para nada lo que uno esperaría, ni nuestro tiempo juntos lo fue. Era una de esas personas que podríamos llamar del todo extravagantes. Como lo decía al inicio de su historia, no era de aquí ni de allá y eso fue lo que nos devolvió hasta el errático 2017. Para viajar en el tiempo se tiene que estar fuera de uno mismo, a la gente en general no le interesan esos viajes inter dimensionales, los ven como una diversión más, algo que ver en las grotescas y patéticas caricaturas que llamamos películas. Dejando la crítica de lado, el 2017 era la clave porque como sucede en las parejas cuando hay intimidad, es obvio que en algún punto platicas de: “¿Y tú dónde estabas cuando fue el temblor?” Por eso sabía el momento y el punto exacto (mapa del eje del tiempo).

La extravagancia de Joan radica en la contradicción en la que vive, no le gusta llamar la atención, pero es de esas personas que por alguna razón notas. Uno de sus atributos más importantes es su inteligencia. Puede ver a través de la mierda que los psicópatas arrojan a las paredes para distraer la atención de sus conductas. Esto me causa gracia y hay que elaborar más, lo gracioso consistía en que muy a pesar de que Joan no quería llamar la atención, la gente terminaba identificando su existencia. Pero su personalidad hacía que al poco tiempo volviera mimetizarse con el ambiente. Joan me quiere, o lo hacía y podía sentir la conexión que está / estaba ahí. Hablar en dos tiempos es común cuando el cerebro se está acostumbrando. Quién iba a decirlo, tal vez ella lo sabía, pero no le gustaba compartirlo, que ella terminaría siendo la búsqueda implacable, la clave de la paradoja; el sueño que destroza la mente mientras el mundo alrededor se acaba.

El 2017 es importante también porque por un momento parecía que el mundo se acabaría, los edificios se cuarteaban y las voces también, ahogadas por escombros y sangre que se atoraban en la garganta. En ese año en específico, ella sufriría y mucho, viviría algunas de las cosas que forjarían quién es ahora. La literatura nos indica que hay puntos absolutos en el tiempo, nodos que no pueden deshacerse, cuyas vibraciones son importantes para no quebrar el continuo espacio-tiempo. Ese era el 2017 que se convertiría en un punto de inflexión en la vida de Joan. Por eso no me he acercado aún, no es miedo es paciencia, es justo lo que se necesita para que funcione la enfermedad mental, el poder de convencimiento. La veía muy de cerca, veía como se formaba su personalidad, las personas con las que salía y sus características específicas. No iba a dejarse convencer por la famosa historia del viajero en el tiempo, la forma en que debía convencerla era un poco más sutil, era implantar una idea, sí como en esa película de la pirinola.

Eso se logra con los detalles, como dicen, el diablo está en ellos. Cosas sin sentido como que mi nombre y el de su papá es el mismo, no servirán de nada más que para que me diga que soy un pendejo. Había una frase que su madre le repetía constantemente: “-No solo busques a alguien que te quiera, busca a alguien que te quiera bonito”. Al ser una frase hecha, tenía que se totalmente idéntica ya que no era una prueba fehaciente como una foto o tener la cara de alguien tatuada. La espera se convertía en tediosa y larga y es que estar en otra época no es tan divertido como lo pintan en la Ciencia Ficción. Es un problema solitario, en el cual no puedes acercarte a nadie, mucho menos a tu doble del pasado. Mi estómago rugía, era 25 de septiembre, casi una semana después del terremoto, el poco dinero que mis amigos en sus versiones jóvenes me habían prestado estaba por terminarse. Mi instinto de supervivencia me orilló a acercarme a mi yo del pasado para pedirle algo de ropa y dinero.

Trabajaba en el Centro, muy cerca del Zócalo en un laboratorio pequeñito donde se hacían los compuestos de los productos que se vendían en la Farmacia París. Y aunque al principio se sorprendió de verme, después de nuestra platica en Tlatelolco, confío totalmente en mí que realmente era él. Joan seguía con su vida, en ese entonces vivía con su novia del momento y su familia y como sucede en los casos donde la familia se involucra demasiado terminaron por alejarse, ella quedaría destrozada, pero no se lo dejaría saber. Al igual que con sus padres se despidió sin despedirse en un parque en Polanco, sentadas bajo la sombra de un árbol, en el cual ambas lloraron, una escena que se repite cada 500 años ante una triste derrota. Varios días después la veía salir de la casa de su novia en Azcapotzalco y llamar a una de sus hermanas para regresar a casa de su padre. Él no podría recibirla de nuevo y tuvo que quedarse algunos meses más en la Ciudad.

Vivía en un pequeño cuarto cerca de donde vivía su exnovia, a veces ella le hablaba para verse, pero ella no accedía. Cuando decide alejarse de una persona no hay poder humano que pueda hacerla volver a hablarle, aunque a veces daba pequeñas señales de vida. Los meses siguientes fueron dolorosos y necesarios, una decepción amorosa tras otra. En uno de los puntos más bajos cuando casi se la roban en un bar en la Condesa por algo que le echaron a su bebida, fue que decidí hacer la movida. Joan trabajaba de lo que podía, aunque en Química era brillante, las oportunidades en la Ciudad no son tan fáciles de obtener. En alguna de esas ocasiones cuando alguien en su trabajo quiso sobrepasarse con ella, al salir del edificio me acerqué para hablar con ella. Al igual que la vez que nos conocimos en el futuro, ella no me miró, ni se fijó en mí. Y lo primero que le dije fue: -Tú tienes cara de que te gusta Tame Impala. Por qué dije eso nunca pude descubrirlo. Sabía que Tame Impala no formaba parte de su repertorio musical, ella sonrió a medias y contestó: – No realmente.

Quiso hacerse a un lado sobre la acera, salía del edificio el acosador de su trabajo y me preguntaba: – ¿Te está molestando? – Amablemente respondí que nos dejara en paz o que si no le diría a todos en su oficina lo que hacía para darle un “aumento” a las chicas de nuevo ingreso. El imbécil ese desapareció de mi vista. Comenté con Joan: -Yo sé que no me conoces, pero yo a ti si y necesito hablar contigo sobre algo muy importante. Incrédula, como de costumbre, ella accedió, no se sorprendió que supiera sobre el acosador de su trabajo al parecer era un secreto a voces. Fuimos a un bar no tan ruidoso y platicamos durante varias horas. Al principio ella pensó que estaba mintiendo, que era un acosador más que tal vez la había investigado en redes sociales y por eso conocía su historia. Ocupé mi ultima carta y le dije la frase que solía decirle su mamá, ella tomó el vaso que tenía en la mano y me arrojó la cerveza en la cara para después comenzar a golpearme con sus puños en repetidas ocasiones hasta que, los de seguridad del bar, la sacaron. Llorando salió corriendo, a diferencia de otra de nuestras primeras citas que tuvimos en el futuro está no terminó en sexo.

Volví a ver a mi doble para obtener más dinero y cuidados paliativos. Me mostró la forma en que podía entrar al departamento de uno de sus mejores amigos y que podía quedarme ahí a descansar que él se había ido a Veracruz. Ese amigo sería quién en el futuro me ayudaría a obtener el Uranio que me trajo hasta aquí. Logré conseguir un celular robado, también de él y ya tenía un número, el cual le di a Joan para que llamara. No podía acercarme, sabía que si lo hacía todo el plan se vendría abajo, que ella creería que era un psicópata que la acosaba y quería robármela o algo parecido. En esos días utilizaba los edificios mostrencos de la Ciudad para pasar las noches. La Ciudad siempre ha sido una ciudad fantasma, llena de miles de almas que comparten distintos planos materiales y espirituales. El edificio que más frecuentaba para pasar las noches estaba sobre Insurgentes a la altura de la Glorieta, un edificio que visto desde arriba me parecía luciría como una “V”.

La llamada nunca llegó, ella estaría de regreso en casa de su padre, pero algo, no sé que fue hizo que quisiera contactarme. No fue una llamada, fue una nota de voz, como las que en el futuro me enviaba, en ella decía: -No se quién eres, ni que haces aquí, pero estando en la playa solo pienso en lo que me dijiste mientras tu cara sangraba una especie de sangre espumosa. Cuando escuches esto llámame. El teléfono repicaba una y otra vez: – Me sorprendió que me llamaras – le dejé por mensaje en el buzón de voz. Tres o cuatro días después me decía que no podía verme porque no estaba en la Ciudad pero que si quería verla fuera a visitarla. No es de sorprenderse que el lugar de llegada fuera el mismo que el de salida, un eterno retorno. Más su voz en la playa me hacía sentir fuera de la Matrix, un recordar de aquella primera vez que fui a visitarla. Ella no confiaba del todo; por suerte para mí tenía dinero para llegar a su ciudad, bajé las aplicaciones del banco de mi doble y utilicé sus datos biométricos para generar tarjetas digitales y gastar en cosas que no necesitaran de efectivo, como un boleto de camión. Al llegar a la terminal al atardecer, sabía que podía tomarlo como un buen augurio porque el cielo se llenaba de miles de colores, como los que me dejaron aquí; las luces se agolpaban una a una nuevamente en mi cabeza, no pude evitarlo y caí desmayado.     

Imagen vía Archillect. Crédito a quién corresponda  

Toroide

Una figura que solo existe en cuatro dimensiones; conexión antigua y profunda. La ciclicidad del tiempo, son solo momentos que se repiten una y otra vez, ciclos que se cumplen uno tras otro sin detenerse. ¿Por qué seguir hablando de algo a lo que todo el mundo ha hecho referencia? Hasta en las caricaturas cuentan historias sobre como los personajes realizan viajes en el tiempo o a otras dimensiones. Dos cerebros que habitan un mismo cuerpo y un mismo espacio, tal vez no estás listo para comprenderlo, pero siempre hemos estado juntos, siempre he caminado junto a ti. Quema el fuego del horizonte que se abre ante nosotros, no puede uno escapar de la paradoja o de las gracias que la componen, todo está conectado y la locura es la única respuesta aceptable para este punto.

El cuerpo derretido como una masa gelatinosa que no tiene conciencia, que no permite pensar, que no permite sentir, pero que es existencia pura, la existencia de dos puntos equidistantes. El problema es que esos puntos no logran conectarse entre sí porque recorren un camino inexistente, un camino derivado del ego y la envidia individual. Resuenan los colores, encarnados por los demonios, lo que trato de hacer es una reconstrucción de los hechos, de aquello que había sucedido pero mi mente no me dejaba recordar por miedo y por ansiedad. Mismos demonios de siempre a la entrada de la estructura toroidal, los de colores grises y brillantes que me murmuraban al oído, más nadie dijo que esto sería sencillo que encontrarte en un tiempo distintos nos traería la felicidad.

El camino está lleno de obstáculos y con mi cuerpo desintegrado lo que mantiene unida a mi consciencia es el pensamiento en blanco. Los fundamentos de la Ciencia no comprenden lo que está sucediendo. Comprendo porque el tiempo se detiene, cual es el origen de la singularidad, es un espacio de reflexión, un espacio para abrir los horizontes y verse reflejado en el espejo de la verdad. El espejo cósmico es el que nos dice nuestras verdades incómodas, el que te muestra las dos personas que hay en ti, para mostrarte como chocan entre sí y no pueden reconciliarse. El ingreso al Toroide le dice a mi cuerpo que no hay vuelta atrás, mi cuerpo se desintegra en 7 partes principales y sus respectivos horizontes de colores, una vez que eso pasa uno no puede ser el mismo.

Recuperar el cuerpo te cambia la vida; por un momento tan solo un milisegundo la conciencia desaparece. Ese es el miedo más grande, quedarse en el viaje, en la búsqueda eterna de algo que no existe más que en los sueños. La gente suele pensar que ese interior que estamos buscando se encuentra en las cosas pasajeras, pero el interior no puede encontrarse en los otros. El interior es la madre tierra clamando con sus voces acalladas para acercarnos a su sentir. El interior es ese miedo que no nos gusta afrontar. El recuerdo que me mantiene anclado a la tierra es el de tus ojos color rojo, esos ojos color granada. El tiempo deja de contraerse por un momento continúa su marcha y los ojos de color rojo, los granitos de la granada se dispersan al interior de la figura hasta convertirse en un hilo que se extiende cruzando el tiempo y el espacio.

Viene la parte divertida, la parte de volver a nacer y ¿Cómo se hace para renacer? De forma muy sencilla, solo se tiene que dejar de pensar, volverse uno con el Todo, el Uno o como queramos llamarle. Poco a poco las capas de la conciencia se van reconstruyendo, la mente deja de estar partida en dos y más bien se transforma en un terciopelo vacío y ligero. En la parte central de la figura en cuarta dimensión está una luz cegadora, los demonios por fin se han quedado atrás y el ritmo cardiaco comienza a reaparecer. Nuestro corazón ya late como uno. Los impulsos eléctricos uno por uno cruzan todos los cables que interconectan nuestra realidad, la luz y el sonido son conceptos que se vuelven a entender; las conexiones neuronales hacen una especie de corto circuito como de un cerebro conectado a dos conciencias distintas.

Atolondrado continúa reconstruyéndose mi cuerpo y el Toroide cambia a todos los colores del arcoíris empezando por el rojo, las granadas desaparecen, pero no del todo, con la entrada del color naranja los puntos rojos pueden distinguirse a lo lejos. Eso es el desapego confiar en que la antigua y profunda conexión te podrá traer de vuelta a la realidad material. El color amarillo es donde se oculta la llave, donde se rompe el espejo y la sirena te abre el mundo. Es momentáneo ese brillo, desdibuja la frontera entre el tiempo pasado y el tiempo futuro. Con la entrada del color verde, el corazón comienza a reactivarse y con él los demonios de la entrada se convierten en demonios de salida luchando por apoderarse de mi cuerpo.  La mente se resquebraja y las voces comienzan a escucharse, son todas las voces acalladas en los planos inferiores, por las conciencias que no conozco o no puedo llegar a comprender.

Con la entrada de esas voces todo se torna azul oscuro, azul rey como el color de los atardeceres en el desierto, el cual te acerca un poco más a la realidad, pero al mismo tiempo deja abierta la puerta a la magia. Y por último está el color morado, el acceso ancestral más importante el que me mantendrá conectado a este plano central, al eje del tiempo. La conexión se siente inestable, es aquí donde debemos dejar ir todos los miedos, todos los demonios; peleas mano a mano con ellos, el Toroide comienza a reducir su espacio de salida. Sale el color de las granadas. Una batalla épica se lleva acabo con uno de los demonios, mi cuerpo está casi regenerado, a manera de imitación el demonio toma la misma forma que yo, pero es una silueta negra. Para ganar la batalla debo dejar ir el ego, dejar que la luz vuelva a consumirme una última vez.

La nostalgia y el recuerdo mantienen mi mente anclada a mi cuerpo, mi alma tiene que volver con el Todo. La nada, luz blanca, no se huele, ni se siente, solo se es, no hay pánico ni miedo, ni nostalgia, ni recuerdo, solo luz blanca y entre esas luces cegadoras se muestra el eje central del tiempo y en el centro la conexión que te guía. El mapa del tiempo se reconstruye, vuelven las luces de todos colores y el demonio ha desaparecido, más bien se ha vuelto parte de mí. La salida es lo más complicado es como volver a nacer, solo que el dolor del parto no lo siente la madre sino el hijo. El cuerpo ha dejado de existir, es la magia la que ayudará a reaparecerlo. Los puntos cardinales están puestos, pero el silencio hace creer que el cuerpo no se podrá reconstruir. Al ser este un pacto con la luz y no con la oscuridad prácticamente se puede pedir lo que sea, más el costo físico no es negociable.

La piel se reconstruye célula por célula, las venas se llenan con el líquido vigorizante que corre en medio de ellas y hasta el pliegue más sencillo vuelve a aparecer en su lugar. Frente a mis ojos, se muestra un mapa, he cruzado el eje del tiempo, ese lugar desconocido donde se unen todas las líneas temporales y las decisiones que pudiste haber tomado. El tiempo en esta parte del portal no existe, no transcurre, el cuerpo se siente extraño y la mente más extraña aún, conectada a otros recuerdos. Desnudo y sin identidad el cuerpo comienza a asentarse, los recuerdos no se sienten tan lejanos como antes. Esa es la principal diferencia entre ser un androide y un humano, todos los recuerdos de ellos se sienten plásticos, nuestras sensaciones humanas reafirman nuestra experiencia en el mundo.

La pequeña locura ha decidido instalarse en mi cerebro, esa pequeña voz que duda sobre todo lo que haces, que no encuentra el sentido de viajar a otro tiempo a intentar rescatar a alguien. Una historia contada miles de veces desde distintas perspectivas, el viajero en el tiempo que trata de encontrar la paradoja que lo ha traído hasta aquí. Lo que nos tiene en donde estamos son todas las decisiones que hemos tomado, un círculo vicioso del que no hay ningún escape. La velocidad del sonido revienta los tímpanos y aunque pareciera algo soportable, el cuerpo se retuerce como una masa gelatinosa. Cantos al estilo tibetano reconstruyen tu equilibrio junto con los músculos y el movimiento, el tiempo continúa detenido. Al volver al mundo real mi cuerpo se encuentra desnudo sobre la arena. Las máquinas del tiempo siempre son más amigables que los portales Inter dimensionales.

Camino desnudo entre la gente, me robo la toalla de un extraño en el suelo, el viaje en el tiempo siempre implica empezar desde cero y tener buena memoria, para encontrar a la persona que estás buscando. Avanzo por el malecón unas cuadras, por suerte nadie me mira pues es normal llevar solo una toalla al andar por la playa. Entre tanto a lo lejos una chica a dejado en el suelo el short y la blusa que traía. Me siento a salvo, como si los ojos de la sociedad hubieran dejado de juzgarme. Necesito ir al encuentro de un amigo de este tiempo. Parece que él estuvo de vacaciones en el momento en que llegué. Marco de un teléfono público a su celular y menciono la palabra clave, se que ha funcionado, su cerebro está conectado al de mi yo del futuro. Me entrega más ropa y algo de dinero. La búsqueda ha comenzado.

El viaje ha funcionado aparentemente. En ese par de días que pasé con mi contacto logré descifrar en donde estabas. La meditación fue la puerta de entrada, los chacras estaban abiertos en su totalidad y mi intuición me guiaría hasta encontrarte. El primer encuentro siempre es el más difícil, la gente no confía en tus intenciones y no tendría porque hacerlo. La mente es un lugar peligroso para estar indagando, recorro las calles acalladas por las olas del mar, por el silencio fortuito del agua navegando por la arena. Aún no puedo creer que lo haya logrado y que pueda evitar el acontecimiento que me trajo hasta aquí; todo es un movimiento cíclico como el de un punto girando alrededor del sol.

Al avanzar las olas del mar y tocar mis pies por última vez, la luz del sol me recuerda ese viaje tormentoso e interminable al callejón sin salida. La última esperanza es que haya otra opción para romper el ciclo, un camino paralelo que me ayuda a colocarme fuera de la pesadilla del “desvanecimiento”. El reflejo del espejo cósmico me sigue mostrando otro rostro, pero la vida continúa por ahora.     

Imagen vía Archillect. Crédito a quién corresponda